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jueves, 13 de octubre de 2016

La idea de Benedicto XVI para conmemorar con los luteranos los 500 años de Reforma (por José Martí)

Fuente: Rome Reports 

Duración 2:34 minutos

Por lo que parece, esa idea de la conmemoración con los luteranos no es sólo de Francisco. Reconozco que me causa una profunda tristeza. 

Pero los hechos son los hechos. Y ante ellos hay que descubrirse, nos gusten más o nos gusten menos: ¿Conmemorar juntos los 500 años de la Reforma Luterana? ... ¿Qué hay que conmemorar? ... ¡ Y estoy hablando del anterior Papa, Benedicto XVI! ... Habla de no fijarse tanto en las diferencias como en lo que todos los cristianos tienen en común. Todo eso está muy bien. Pero hay algunas diferencias que son insalvables: ¡ellos no creen en la Presencia Real de Jesucristo en la Eucaristía! ... como tampoco en la virginidad de María, entre otras muchas otras cosas.

Tengo para mí que si se produjera una conmemoración conjunta de la Eucaristía, tal evento daría lugar, casi con total seguridad, a un cisma en el seno de la Iglesia. Y es que hay que diferenciar entre el amor al prójimo y la confraternización con sus errores. El luterano es un hereje ... aunque se le llame "hermano separado", puesto que niega verdades fundamentales de la fe católica. 

Recordemos lo que decía san Pablo: "No os unzáis con los infieles. Pues, ¿qué consorcio hay entre la justicia y la injusticia? ¿Qué hay de común entre la luz y las tinieblas? ¿Qué armonía entre Cristo y Belial o qué asociación del fiel con el infiel? ¿Qué concierto entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois templo del Dios vivo, según dijo Dios: Habitaré y caminaré con ellos; y seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Por tanto, salid fuera de ellos y separaos, dice el Señor. No toquéis nada impuro y Yo os recibiré; y seré para vosotros Padre, y vosotros seréis para Mí hijos e hijas, dice el Señor omnipotente" (2 Cor 6, 14-18). [Aunque esto se aplicaría, en principio, a los paganos, sin embargo, es igualmente válido aplicarlo a los herejes quienes, al fin y al cabo, no están en comunión con la Iglesia católica]

La máxima: "Fuera de la Iglesia no hay salvación" sigue siendo cierta. La salvación tiene lugar en, con y a través de Jesucristo y a éste sólo se le puede encontrar en la única y verdadera Iglesia, que es la Iglesia católica, por Él fundada. 

Este tipo de "acercamientos" entre católicos y luteranos son tan solo de cara a la galería y con vistas a quedar bien con todo el mundo. Y es un grave error, porque actuando así, en el fondo -y también en la superficie- lo que se viene a decir [lo que queda en la mente de la gente] es: ¿Qué más da una religión que otra? Lo importante es la "armonía" y el llevarse bien. 

 ¿Llevarse bien? ¿Cómo, si se piensa de modo diferente en lo que concierne a las verdades fundamentales de la fe cristiana? Un diálogo de este tipo es imposible. No hace falta ser muy inteligentes para darse cuenta de que tal "diálogo" es una farsa. 

¿Cómo puede haber comunión entre un católico que cree en la transustanciación y en la presencia real de Cristo en la Eucaristía, y un luterano para quien la eucaristía es un mero recuerdo de algo que pasó? No se puede llegar a un término medio. Si dos y dos son cuatro, es que son cuatro. Y son cuatro para todos. Y si alguien dice que dos y dos son cinco, pues vale, que diga lo que quiera, pero no está en la verdad. Lo que está fuera de toda lógica es que se nos pretenda hacer creer que dos y dos son cuatro ... pero que también podría ser que dos y dos fueran cinco: ¿Es que nos hemos vuelto locos?

Lo más curioso es que al que pretenda decir que está en la verdad se le tachará inmediatamente de fundamentalista, de persona apegada a la Ley, que no está abierta a las "sorpresas" del Espíritu y otras cosas por el estilo, que no tienen ningún sentido. 

El Espíritu del que hablamos es el Espíritu Santo y éste es un Espíritu de Verdad, es el Espíritu de Jesucristo, como lo es también del Padre. ¿Era Jesucristo un fundamentalista cuando dijo de Sí mismo: "Yo soy la Verdad" (Jn 14, 6)¿O cuando dijo: "Nadie viene al Padre sino por Mí"(Jn 14, 6)? ¿O "Yo soy el Camino"(Jn 14, 6)? No hay otro Nombre por el que podamos ser salvos (Hech 4, 12)

Pero ... el acceso a Jesucristo tiene lugar sólo, única y exclusivamente a través del Cuerpo Místico de Jesucristo, que es la Iglesia. Quien se separa de la Iglesia, se separa de Jesucristo y no puede llegar al Padre. Esto es Doctrina de la Iglesia de siempre. Y no se puede cambiar porque así ha sido establecido por su Fundador, cuando le dijo a Simón: "Yo te digo que Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las puertas del Infierno no prevalecerán contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los cielos, y cuanto ates en la tierra será atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos" (Mt 16, 18-19).

¿Es que hemos perdido la fe en las palabras de Jesucristo? Porque el problema real, el único en verdad, con el que se enfrenta la Iglesia, es la falta de fe en lo sobrenatural. Se ha quedado reducido todo a este mundo, como si no existiese otro. Y las palabras de Jesús han sido prostituidas, relegadas al olvido o despreciadas. La religión del hombre ha sustituido a la religión de Dios, por más que se diga otra cosa. ¿O es que no tenemos ojos en la cara?

La verdadera hipocresía no es la de los que van a Misa los domingos (que, por cierto, cada vez son menos). Los que así lo hacen es porque tienen fe. ¿O acaso hay que condenarlos por eso? ¿Por qué se tiene que suponer que los que van a Misa son los peores? ¡Pero si precisamente es del contacto real con Jesús sacramentado, verdaderamente presente en la Eucaristía, de donde se sacan fuerzas para seguir luchando! Luchando contra todo lo malo que hay en nosotros y en lo que nos rodea: el egoísmo, la avaricia, la lujuria, la ira, la envidia, la pereza, la soberbia. Estos cristianos que van a Misa son los que verdaderamente sacan a la Iglesia adelante, muchas veces a pesar de sus "pastores", los que se compadecen de los demás, no sólo en el aspecto material sino en su miseria espiritual por no conocer a Jesucristo.

Son mucho más hipócritas aquellos que dicen que les preocupan los pobres, cuando en el fondo todo lo hacen para ser vistos por los hombres. No se dan cuenta de aquello que decía san Pablo: "Aunque repartiera todos mis bienes  y entregara mi cuerpo al fuego, si no tengo caridad de nada me aprovecha" (1 Cor 13, 3). 

La caridad se refiere al "Amor de Dios que ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado" (Rom 5, 5). Y éste es el Espíritu que Jesús nos da, como dice el apóstol san Juan, cuando guardamos sus mandamientos [hoy tan vilipendiados, como si éstos fuesen normas externas sin significado, aptos sólo para los hipócritas]. Esto dice, refiriéndose a Jesucristo: "Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios y Dios en él; en esto conocemos que permanece en nosotros: por el Espíritu que nos dió" (1 Jn 3, 24).

¿A qué mandamientos se refiere?: "Éste es su mandamiento: que creamos en el Nombre de su Hijo Jesucristo, [esa es la fe que nos llevará a la segunda parte de sus mandamientos] y que nos amemos unos a otros, [pero no con un amor cualquiera sino] conforme al mandamiento que nos dió" (1 Jn 3, 23).

"Un mandamiento nuevo os doy: que os améis unos a otros como Yo os he amado" (Jn 13, 34). El verdadero amor a los demás supone primero el encuentro con Jesús, amándole y sabiéndonos amados por Él. Él es el Maestro. Él es la referencia de toda nuestra vida y de nuestro obrar. Nuestro amor ha de ser como el suyo.

¿Y cómo amaba Jesús? "Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo los amó hasta el fin" (Jn 13, 1b). "Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos" (Jn 15, 13). ¿Como sabemos que Jesús es nuestro amigo ... no sólo que nos ama, pues ama a todos, sino que es nuestro amigo? Ésta es la respuesta que Él mismo nos da: "Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que Yo os mando" (Jn 15, 14).

Y es que no podemos comparar la Ley mosaica, que se quedaba en la pura letra, con la Ley de Cristo, que es la caridad, plenitud de la Ley (Rom 13, 10). Jesús no ha venido a abolir la Ley sino a darle su cumplimiento (cfr Mt 5, 17). Recordemos el episodio en el que "un doctor de la Ley le pregunta [a Jesús] para tentarle: "Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento de la Ley?. Él le dijo: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente". Éste es el gran mandamiento y el primero. El segundo [¡atentos a esa palabra "segundo", que viene después del "primero"] es semejante a éste: "Amarás a tu prójimo como a tí mismo". De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los profetas" (Mt 22, 35-40)

Por eso el que dedica su vida a los pobres, por ejemplo, si no lo hace por amor a Jesucristo, no es cristiano. Lo suyo es tan solo filantropía. Y si se jacta de ser cristiano diciendo que eso es lo más importante y que Jesús está en las demás personas y que, en realidad, lo que importa es moverse y hacer lío ... el tal sujeto es un hipócrita. Ha hecho del segundo mandamiento el primero y esto hasta el punto de olvidarse del primero ... incluso acusando de hipócritas a quienes van a misa, como si eso fuese algo secundario y no necesario: hay que preocuparse por los pobres. Pues va a ser que no.

No puede evitar que me venga a la mente el episodio de la unción de Jesús por María, la hermana de Lázaro, después que éste fue resucitado: "María, tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús. La casa se llenó de la fragancia del perfume. Dijo Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que le iba a entregar: '¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres?'. Pero esto lo dijo no porque él se preocupara de los pobres, sino porque era ladrón y, como tenía la bolsa, se llevaba lo que echaban en ella. Entonces Jesús dijo: 'Déjala, lo tenía guardado para el día de mi sepultura. Porque pobres siempre los tenéis con vosotros, pero a Mí no me tenéis siempre' " (Jn 12, 3-8). 

De manera que el primer mandamiento es el más importante. Por algo es el primero ... mientras que el segundo, con ser muy importante, (pues lo es) sin embargo, no deja de ser el segundo y su importancia real le viene del primero, en tanto en cuanto el amor a los demás es una expresión del amor que se le tiene a Dios, en Jesucristo.  

No lo olvidemos: Jesucristo está verdaderamente presente, con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, en la Sagrada Eucaristía. El mismo que vivió históricamente hace dos mil años, no otro. Y no está en figura, ni en recuerdo o de un modo simbólico. No. Su presencia es real. Vemos pan y vino, pero aquello que vemos no es pan ni es vino sino que es el mismo Jesucristo "oculto" bajo las apariencias del pan y del vino. Esa es nuestra fe. Y esa fe no la tienen los luteranos.

José Martí