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sábado, 25 de octubre de 2014

¿Fundamentalismo cristiano? 2ª parte (8) [Fidelidad]



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En su momento, Benedicto XVI habló de la "hermenéutica de la continuidad" para expresar así que la doctrina actual de la Iglesia seguía siendo la misma, antes y después del Concilio Vaticano II, pero lo que observamos que se está produciendo, realmente, es una "hermenéutica de ruptura" con la Tradición anterior.



Se utilizan una serie de expresiones ambiguas, impropias de la Iglesia, que pueden confundir y dar lugar a diferentes interpretaciones. Se ponen en tela de juicio determinados puntos de la doctrina de la Iglesia, que no pueden ser cambiados, pues son doctrina revelada.  Para poder realizar el cambio se los presenta como "avances pastorales en la "misericordia" hacia las personas, cuando  ni son avances [sino auténticos retrocesos en la comprensión de lo que es la doctrina católica] ni son pastorales [pues una pastoral que no respete la doctrina no es una verdadera pastoral] ni ejercitan la misericordia con los pecadores [no, al menos, la misericordia de la que Jesús habla en el Evangelio, que es la verdadera misericordia, la cual va siempre acompañada de la verdad y de la justicia; así como del reconocimiento de su pecado por parte del pecador]

Los que así proceden no son verdaderos pastores sino ladrones y salteadores, a quienes no les importan las ovejas (Jn 10, 8). Ahí están las palabras del Señor que son las únicas que nos pueden salvar y a las que tenemos que acudir siempre: "Yo soy la puerta [de las ovejas]; si alguno entra por Mí se salvará, y entrará y saldrá, y encontrará pastos" (Jn 10, 9). No hay otro camino para entrar en el redil si no es a través de Jesucristo y con Jesucristo.

Se utiliza hoy mucho la palabra "misericordia" como si se tratara de un nuevo descubrimiento: la "misericordina" es la pastilla eficaz para solucionar todos los problemas. Por supuesto que Dios es infinitamente Misericordioso"Dios es rico en misericordia" (Ef 2,4), pero también es infinitamente Justo. [En Dios, Misericordia y Justicia, Misericordia y Verdad son una misma cosa, pues Dios es Simple].
"Os escribo esto, hijitos -dice san Juan- para que no pequéis. Pero si alguno peca [verdad del pecado, que merece castigo, en justicia], tenemos un abogado ante el Padre, Jesucristo, el Justo. Él es propiciación por nuestros pecados, [misericordia ejercida por Dios cuando se reconocen los propios pecados, como tales pecados, ante Él, siguiéndose de ahí un auténtico arrepentimiento por haberlos cometido y una gran confianza en Dios, que nos dará su gracia para seguir luchando por serle fieles] pero no sólo por los nuestros, sino por los de todo el mundo" (1 Jn 2, 1-2) [Todos deberían tener acceso al Mensaje salvador de Jesús, y para ello el Maestro nos necesita].

Porque así es:  el Mensaje de Jesús debería llegar al mayor número posible de personas, pero -eso sí-  sin falsear dicho Mensaje, como Palabra de Dios que es, para transmitirlo íntegramente de generación en generación hasta el final de los tiempos. Es una nota esencial de la verdadera Iglesia la fidelidad al depósito recibido. ¿Por qué queremos inventar una nueva doctrina diferente a la que ya hay y, además, seguir llamándole Iglesia Católica? Esto es algo diabólico. Si tal cosa se hiciera podemos tener la absoluta seguridad de que ya no estaríamos ante la Palabra de Dios, sino que eso sería ... ¡otra cosa!. 

La división que se está produciendo en la Iglesia entre conservadores (tradicionalistas) y progresistas (influidos por la herejía modernista) es realmente escandalosa (a mí me recuerda un poco lo que sucede entre los políticos, como si en la Iglesia se pudiera ser de izquierdas o de derechas. A este respecto, considero desafortunada la expresión del santo Padre cuando dijo aquello de "yo no he sido nunca de derechas". Esas palabras, de izquierda y derecha, no tienen -o no deberían de tener- ningún sentido en el seno de la Iglesia Católica. Desde luego no es ése el deseo de Cristo, quien cuando rogó a su Padre por sus discípulos le pidió: "Que todos sean uno: como tú, Padre, en Mí y Yo en Tí, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que Tú me has enviado(Jn 17, 21).

¡Qué lejos estamos del cumplimiento de esas palabras del Señor, que son las únicas que pueden y deben servir de guía para que la Iglesia se mantenga auténticamente fiel al Mensaje recibido!.  Por esencia la Iglesia tiene que ser conservadora, si se nos permite todavía esa expresión, en el sentido de que debe mantener sin cambio aquello que le ha sido encomendado. De no hacerlo así estaría faltando a su misión: "Timoteo,  guarda el depósito" (1 Tim 6, 20). La obligación de la Iglesia es la de transmitir íntegramente el Mensaje recibido de Jesucristo, que "es el mismo ayer y hoy y lo será siempre" (Heb 13, 8) y que dijo: "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" (Lc 21, 33; Mt 24, 35). 

Otra cosa diferente es lo que llamamos pastoral, que es la manera práctica de hacer llegar esas palabras a todo el mundo. Y aquí sí que es preciso hacer un buen uso de la imaginación, aquí sí que pueden haber distintos enfoques, con vistas a que la gente conozca al Señor y lo quiera, pero siempre desde la fidelidad a la doctrina. Y éste es el gran problema que tiene hoy en día planteada la Iglesia, esa falta de fidelidad a la doctrina de siempre, por una razón que yo entiendo que no puede ser otra sino la pérdida de la fe en Jesucristo como verdadero Dios y como verdadero hombre; y como el Único en quien la salvación es posible. 

Decir, por ejemplo, como dijo el papa Francisco: «los que son cristianos, con la Biblia, y los que son musulmanes, con el Corán», porque «uno solo es DIos: el mismo» ... es un grave error doctrinal, que no se atiene a verdad, desde el momento en que Dios se ha revelado en Jesucristo. Si se cree en Jesucristo, debemos creer en sus palabras. Y lo que le oímos decir es: "Quien no está conmigo, está contra Mí" (Mt 12, 30). "Todo el que niega al Hijo tampoco posee al Padre" (1 Jn 2, 23). "Yo soy la Verdad" (Jn 14,6), etc ... Las palabras de Jesús son clarísimas. Y quieren decir lo que dicen. No admiten ninguna otra interpretación que lo que se dice en ellas, tal y como se dice. ¿A quién hacemos caso, entonces? ¿A lo que dice Jesús o a lo que dicen los demás? Esa decisión debemos de tomarla ante Dios, porque lo que está en juego es nada más y nada menos que nuestra salvación o nuestra condenación eterna. Y esto no es ningún invento mío, sino que es doctrina perenne de la Iglesia, que no puede ser modificada ni cambiada por nadie.

Así, pues, la primera regla [-y yo diría que la única, al menos en el momento actual- ] para una auténtica y eficaz pastoral es la de predicar la verdadera doctrina católica, de modo íntegro, porque la gente no conoce al Señor y, por eso mismo, es desgraciada. Esta tarea se impone hoy con más urgencia que nunca. Sin embargo, no sólo no se está actuando en este sentido, sino incluso en sentido contrario, enseñando a la gente "verdades" que no son tales y que, por supuesto, no reflejan fielmente -e incluso traicionan- la Palabra de Dios. Si hubiera que encontrar una respuesta para explicar la situación en la que se encuentra la Iglesia, tal vez habría que acudir al hecho de que muchos de los que tienen que transmitir la fe al pueblo cristiano, ellos mismos la han perdido. Y no se puede enseñar aquello que no se sabe, o mejor -en este caso- aquello que no se vive [estoy hablando en términos generales, porque me consta de que, gracias a Dios, aún quedan pastores fieles al Evangelio y a la Tradición de la Iglesia; así como también fieles católicos que los siguen, porque escuchan en ellos la verdadera palabra de Dios. La pena es que este número es cada vez menor]

Hay, hoy en día, muchísimos católicos [católicos sólo en el sentido de que fueron bautizados al poco de nacer, pero nada más] que no conocen su fe, que no conocen a Jesucristo. Entre otras cosas, aparte de su propia responsabilidad personal ante Dios, que la tienen, porque aquellos que deberían dar a conocer a Jesucristo [comenzando por la más alta Jerarquía dentro de la Iglesia] transmiten una palabra de Dios adulterada, tergiversada e incompleta; o sea, no transmiten la palabra de Dios, pues ésta sólo puede ser bien conocida si se transmite en toda su integridad. Para desdicha del pueblo cristiano esto sólo ocurre en contados casos. 

(Continuará)