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domingo, 17 de septiembre de 2017

El resultado del Ecumenismo: Apostasía (por Christopher A. Ferrara)

Cardenal Walter Kasper

Según lo informado por Gloria TV
(citando a orf.at), el cardenal modernista Walter Kasper, cuya falsa noción de "misericordia" ha animado todo el proyecto de la Santa Comunión para los adúlteros públicos, acaba de declarar que "hoy en día no hay
 ya diferencias significativas entre los cristianos protestantes y los católicos" 

[¡Toma ya ... y se queda tan fresco! Copio más cosas de Gloria TV:  Kasper dijo el martes, 12 de septiembre, en Münster, Alemania, que se necesitan urgentemente nuevos pasos hacia la unidad entre las confesiones cristianas. Quiere usar "matrimonios mixtos" para socavar aún más la doctrina católica. El controvertido cardenal sólo ve diferencias entre creyentes, no creyentes o pertenecientes a otra religión, lo que implica que la fe cristiana está prácticamente vacía de contenido]

Esa observación provocó comprensiblemente la indignación entre los católicos ortodoxos, pero si bien se piensa hay que reconocer que [Kasper] se ha limitado sencillamente a declarar algo que es obvio. Pues hoy en día, como lo demuestran constantemente las encuestas de opinión , la gran mayoría de los católicos son, de hecho, protestantes en lo que se refiere a su adhesión a la enseñanza de la Iglesia sobre la fe y la moral, particularmente en asuntos relacionados con la moralidad sexual incluida, incluso, la aceptación del aborto en "algunos casos". 


Peor aún, en relación con el matrimonio y la homosexualidad, el católico típico de hoy es aún más liberal que los evangélicos protestantes más conservadores, cuya Declaración de Nashville, de la que he discutido en mi última columna, no cumpliría ciertamente con la aprobación de la mayoría de los católicos. Por ejemplo, como Life Site News informa, "Dos de cada tres católicos -un impresionante 67 por ciento- dijeron a Pew Poll Surveyors que ahora apoyan el" matrimonio homosexual "."

Esta "conversión" de facto de los católicos al protestantismo liberal era más que predecible. De hecho, fue predicha por el Papa Pío XI en su condena del "movimiento ecuménico" de origen protestante en los años veinte. Al prohibir cualquier participación católica en este movimiento subversivo, Pío XI publicó esta advertencia en su histórica encíclica Mortalium animos (1928):

"Su proyecto es perseguido tan activamente que consigue en numerosos lugares la acogida de personas de todo tipo, seduciendo, incluso, a numerosos católicos con la esperanza de que así se formaría una unión que es acorde, en apariencia, al sentir y al deseo de nuestra Madre la Santa Iglesia, la cual, en realidad, no tiene en su corazón ninguna otra cosa que la de recuperar y traer de vuelta a su seno a sus hijos extraviados. Pues de hecho, bajo estas palabras seductoras y halagadoras, se esconde, sin ningún genero de duda, un error sustancial que destruye, desde sus cimientos, los fundamentos de la fe católica"
El error en cuestión consiste en reducir las diferencias entre católicos y protestantes únicamente a cuestiones discutibles seleccionadas en favor del "diálogo ecuménico", el cual está basado en verdades supuestamente más fundamentales. Como explicó Pío XI:
"Es preciso pues, dicen, olvidar y desechar las controversias, incluso las más antiguas, así como las divergencias de doctrina que desgarran, todavía hoy, el nombre cristiano, y, valiéndose de otras verdades doctrinales, constituir y proponer una cierta regla de fe común: en la profesión de esta fe, no sólo sabrán sino que sentirán que son hermanos; una vez reunidos en algún tipo de federación universal, las múltiples iglesias o comunidades podrán oponerse con fuerza y con éxito al progreso de la irreligiosidad"
En otras palabras, el "movimiento ecuménico" conduciría inexorablemente a la aceptación por los católicos de una forma de cristianismo más "light", siendo el factor determinante el incesante declive moral y espiritual de las sectas protestantes cuyos seguidores no están en absoluto por la labor de someterse a la autoridad del Papa y del Magisterio.

Sin embargo, ignorando la advertencia de Pío XI, las fuerzas progresistas del Concilio Vaticano II lograron, precisamente, que el Consejo aprobara el "movimiento ecuménico" por medio del documento conciliar Unitatis redintegratio, que aprueba abruptamente la participación católica en el mismo movimiento que Pío XI había condenado sólo 25 años antes


Lo que siguió fue la plétora de reuniones "ecuménicas", liturgias y otros gestos que han colocado a la Iglesia Católica en pie de igualdad con las sectas protestantes , las cuales han venido a negar no sólo las verdades reveladas, sino también los preceptos de la ley natural con respecto al matrimonio, la procreación y la santidad de la vida humana en cada etapa.

Y ahora vemos el resultado final de ese desastroso error de juicio prudencial, tal y como como fue predicho por Pío XI:

"Se comprende, pues, venerables hermanos, por qué la Sede Apostólica no ha autorizado jamás a sus fieles tomar parte en las asambleas de los no-católicos: no está permitido, en efecto, a los cristianos, que apoyen, de ninguna manera, estas reuniones si no es con vistas a la vuelta y a la conversión de los disidentes a la única verdadera Iglesia de Cristo, de la cual tuvieron la desgracia de separarse".
Y hoy, ironía de las ironías, los protestantes más conservadores (como los del Sínodo luterano de Missouri) no quieren nada que ver en relación a la insana búsqueda del "ecumenismo católico" del Vaticano con denominaciones protestantes totalmente degeneradas, incluyendo a los anglicanos. Los protestantes más conservadores rechazan el indiferentismo religioso que conlleva tal "ecumenismo".

El resultado final del "ecumenismo" -y de hecho toda la "apertura al mundo" después del Vaticano II- fue descrito por Juan Pablo II en su Exhortación Apostólica sobre el estado de la Fe en Europa, aunque él nunca admitió la culpa de los líderes de la propia Iglesia en su ruinoso abrazo que Pío XI había condenado tan claramente. 
Juan Pablo II:  "La cultura europea da la impresión de ser una 'apostasía silenciosa' por parte de las personas que tienen todo lo que necesitan y que viven como si Dios no existiera". Pero ¿podría Juan Pablo II no haber notado el papel de los propios líderes de la Iglesia en su renuncia programática a la función divinamente designada de la Iglesia como única arca de salvación, animando así a los miembros de su propio rebaño a abandonar el barco?

- ¿Cuándo admitirán los líderes de la Iglesia que el pasado medio siglo de experimentación en novedad ha sido una debacle total, produciendo la peor crisis en la historia de la Iglesia? 


Sólo cuando el Inmaculado Corazón de María triunfe y tenga lugar la Consagración de Rusia en obediencia al mandamiento divino.

 Christopher A. Ferrara