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domingo, 27 de mayo de 2018

Irlanda también ha caído. Ya es hora de que los cristianos dejemos de callarnos (Elentir)


Dos tercios de los irlandeses apoyan quitar sus derechos a otros seres humanos
El 66,4% de los irlandeses han votado a favor de suprimir ese derecho, lo que permitirá matar a los más inocentes e indefensos en ese país. Es un retroceso brutal en materia de derechos humanos, que deja a Europa sin su último gran santuario para los hijos por nacer. Sé que algún día nuestra sociedad se avergonzará de esto, tanto como hoy se avergüenzan otros pueblos de haber llamado “derecho” a la posesión de esclavos o de haber considerado “untermensch” (subhumanos) a millones de nuestros semejantes (judíos, discapacitados, gitanos, polacos, rusos…), a fin de negarles los derechos propios de la condición humana, empezando por el derecho más básico de todos, sin el que los demás quedan amenazados: el derecho a la vida.
La dictadura del relativismo: una amenaza para los derechos humanos
En 2010, el Papa Benedicto XVI advirtió: “La dictadura del relativismo puede llegar a destruir la libertad”. No le faltaba razón. Una sociedad relativista no acepta ninguna verdad absoluta ni universal, ni siquiera los derechos humanos. El relativismo conduce a la dictadura de la mayoría, cuya voluntad es manipulable a través de los medios de comunicación. Los diques jurídicos implementados después de la Segunda Guerra Mundial para frenar los abusos contra las minorías, empezando por la protección de los derechos humanos, se están quebrantando uno a uno en aras de una forma de pensamiento que lo tergiversa todo, incluso el mismísimo respeto por la vida humana. Deberíamos tener muy presente el aviso que hizo Santa Teresa de Calcuta en 1994 en el desayuno de Oración Nacional en Washington DC, Estados Unidos: Cualquier país que acepte el aborto, no le enseña a su gente a amar, sino a utilizar violencia para recibir lo que quieran“.
Las palabras de San Juan Pablo II a Irlanda en 1979
He citado a dos grandes referentes para los católicos. Añadiré a uno más. En 1995, el Papa San Juan Pablo II advirtióestamos ante un enorme y dramático choque entre el bien y el mal, la muerte y la vida, la «cultura de la muerte» y la «cultura de la vida»“. La campaña para aprobar la 8ª Enmienda de la Constitución irlandesa, que protege a los no nacidos, se puso en marcha el 21 de enero de 1981. Quince meses antes, el Papa polaco había visitado Irlanda, diciendo lo siguiente en una homilía en Limerick el 1 de octubre de 1979: El aborto, como declara el Concilio Vaticano, es un “crimen abominable”. Atacar una vida que todavía no ha visto la luz en cualquier momento de su concepción es minar la totalidad del orden moral, auténtico guardián del bienestar humano. La defensa de la absoluta inviolabilidad de la vida todavía no nacida forma parte de la defensa de los derechos y de la dignidad humanos. Ojalá Irlanda no flaquee en su testimonio, ante Europa y el mundo entero, de la dignidad y sacralidad de toda vida humana, desde la concepción hasta la muerte. Inspirados por aquel santo, los obispos irlandeses y diversas organizaciones católicas de la isla se implicaron de lleno en la iniciativa, recibiendo el apoyo de los tres principales partidos del país.
El perfil bajo de los obispos irlandeses y los pastores que rehusan serlo
La cosa ha sido muy diferente ante este nuevo referéndum. Varios medios se han jactado del “perfil bajo” adoptado por los Obispos irlandeses“Temerosa de alejar a los electores con un mensaje demasiado dogmático, o de movilizar a los del bando contrario, la Iglesia católica irlandesa ha optado por quedarse en segundo plano en la campaña del referéndum sobre el aborto”afirmaba France 24. El 5 de mayo, la Association of Catholic Priests (ACP), que afirma agrupar a un millar de curas católicos irlandeses (en 2014 había 2.627 sacerdotes católicos en Irlanda), publicó un comunicado en el que afirmaba: la vida humana es compleja, arrojando situaciones que son más a menudo grises que en blanco y negro y que nos exigen un enfoque pastoral sensible y sin prejuicios. Además, como líderes de una asociación formada por hombres que no están casados ​​y no tienen hijos, no estamos en la mejor posición para ser dogmáticos en este tema“. También criticaban que “algunas parroquias católicas permitan que sus púlpitos sean utilizados por activistas durante la Misa. Como hay entre los fieles católicos una gran variedad de opiniones sobre este voto, creemos que esto es inapropiado e insensible. Si se niegan a orientar moralmente a sus feligreses, ¿para qué son curas?
El silencio del Papa Francisco ante el referéndum irlandés
Pero la ausencia más notable en este debate ha sido la de Roma. El 14 de mayo, desde The Catholic World Report, Filip Mazurczak animaba a rezar para que el Papa se dirigiese a los irlandeses sobre este tema. Finalmente no lo ha hecho. A diferencia de la inspiración que recibieron los católicos irlandeses de San Juan Pablo II en 1979, el Papa Francisco no ha dirigido ningún mensaje espectífico a los fieles de Irlanda en relación al aborto. “No podemos seguir insistiendo solo en cuestiones referentes al aborto, al matrimonio homosexual o al uso de anticonceptivos. Es imposible”, dijo el Papa Francisco en 2013 en una entrevista concedida a la revista La Civiltà Cattolica, y añadió: no es necesario estar hablando de estas cosas sin cesar“. Sin embargo, los defensores de la cultura de la muerte hablan de ello sin descanso. Y ahora acaban de conquistar también Irlanda. ¿Cambiará de opinión el Papa ante esta nueva derrota para la cultura de la vida? ¿Qué habría pasado en Irlanda si Francisco, haciendo uso de toda su popularidad, se hubiese pronunciado?
El deber de los cristianos hacia la sociedad
Los cristianos tenemos que asumir que nuestra fe tiene que proyectarse también en la vida pública. Tenemos el derecho y también el deber de hacer valer nuestros planteamientos en los asuntos que nos afectan a todos. ¿O acaso alguien piensa que los católicos somos ciudadanos de segunda y debemos estar callados para no “contaminar” a la sociedad con nuestras creencias? Es algo que no se le pide ni siquiera a los partidarios de una ideología totalitaria y responsable de más de 100 millones de muertos como es el comunismo. Precisamente, el papel de los cristianos en la caída de ese sistema opresivo fue importantísimo. Sin la actuación de San Juan Pablo II, sin el activismo de los católicos polacos de Solidarność, hoy en día media Europa seguiría bajo el yugo marxista. El silencio y los complejos de los cristianos en la vida pública está siendo aprovechado por ideologías igual de aberrantes que el marxismo, y en algunos casos descendientes de él. El terreno que perdemos nosotros lo ganan los partidarios de la cultura de la muerte y de la aberrante y totalitaria ideología de género. Y con ello no sólo perdemos los cristianos: está perdiendo toda la sociedad, empezando por aquellos cuyas vidas están comenzando en el vientre materno. El Cristianismo es la sólida base sobre la que Europa construyó su civilización, esta civilización en la que arraigó la libertad y la democracia. No tenemos que avergonzarnos de ser lo que somos. Ya es hora de que los cristianos dejemos de callarnos: tenemos mucho que aportar a la sociedad, y muchas vidas dependen de que nosotros las defendamos.
Elentir