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viernes, 31 de marzo de 2017

Carta a los cuatro cardenales que plantearon las Dubia al papa Francisco (José Martí) [2 de 3]



El gran Doctor de la Iglesia, que fue Santo Tomás de Aquino, pronunció estas palabras para que nos iluminen y nos reconforten: 

En el caso de que amenazare un peligro para la fe, los superiores deben ser reprendidos, incluso públicamente, por sus súbditos. Por eso San Pablo, siendo súbdito de San Pedro, le reprendió en público a causa del peligro inminente de escándalo en la fe. Y como dice la Glosa de San Agustín: Pedro mismo dio a los mayores ejemplo de que, en el caso de apartarse del camino recto, no desdeñen verse corregidos hasta por los inferiores.” (Summa theol., II-II, 33, 4c).

En palabras de Monseñor Schnëider, Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Saint Mary en Astana, el 23 de noviembre de 2016, para Rorate Caeli:

Los cuatro cardenales con su voz profética demandando claridad doctrinal y pastoral tienen un gran mérito frente a sus propias conciencias, frente a la historia, y frente a innumerables fieles católicos sencillos de nuestros días, empujados hacia la periferia eclesial por su fidelidad a las enseñanzas de Jesucristo sobre la indisolubilidad del matrimonio. Pero por sobre todo, los cuatro cardenales tienen un mérito grande a los ojos de Jesucristo. Debido al coraje de su voz, sus nombres brillarán ardientemente el día del Juicio Final.

Las reacciones exageradas que han surgido en contra de sus Eminencias provienen de ciertos sectores de la Iglesia que han olvidado que la Iglesia no comenzó con el Concilio Vaticano II, el cual ha adquirido más importancia que la propia Palabra de Dios, lo cual es inaceptable ... máxime cuando se trata de un Concilio meramente "pastoral" ... en teoría ... porque, en la práctica, sin embargo, es "condenado" todo aquel que disienta de algunos puntos de dicho Concilio, justo aquéllos que son los más conflictivos, porque se oponen al sentir de la Iglesia de siempre, debido a sus influencias modernistas patentes e innegables, que desplazan a Dios y colocan al hombre en el centro de todo. Estamos llegando ya al extremo en el que la Iglesia ha perdido su propia identidad y se ha rendido ante el mundo.
A raíz, por ejemplo, de la publicación de la AL, resulta que si un penitente va a confesarse de adulterio y el sacerdote no le da la absolución, porque no está arrepentido y piensa seguir en su estado adulterino ... tal penitente va y denuncia a este sacerdote por no seguir las instrucciones del papa Francisco, manifestadas por los obispos de Buenos Aires

Es más: dicho penitente va y se confiesa con otro sacerdote que siga la línea del papa Francisco, según la cual "es suficiente con acercarse al confesionario" para ser perdonado: así acalla su conciencia y luego va y recibe la sagrada comunión en estado de pecado mortal, puesto que ha añadido un sacrilegio al pecado que ya tenía, ..., con el agravante del escándalo que produce en el resto de los fieles que observan estupefactos lo que ocurre ... ¡como si eso fuera lo normal y lo correcto!

Esta división y esta crisis que hay en el seno de la Iglesia no son nuevas, aunque se han ido manifestando, de modo gradual y progresivo, a raíz del Concilio Vaticano II. Y en los últimos cuatro años, con el papa Francisco como Pontífice, este proceso de apostasía se ha acelerado de modo alarmante, llegando a su culmen (de momento, pues surgirán problemas aún mucho más graves) con la publicación de la Exhortación Amoris Laetitia, la cual contradice claramente las enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo con respecto al matrimonio

Un ejemplo de lo que se dice en la AL, refiriéndose, en concreto, a los católicos que se han divorciado y se han vuelto a casar-cita textual-: "A causa de los condicionamientos o factores atenuantes, es posible que, en medio de una situación objetiva de pecado —que no sea subjetivamente culpable o que no lo sea de modo pleno— se pueda vivir en gracia de Dios, se pueda amar, y también se pueda crecer en la vida de la gracia y la caridad, recibiendo para ello la ayuda de la Iglesia" (AL, 305).

En cambio, si leemos el Evangelio, nos encontramos con las palabras de Jesucristo que, puesto que es Dios, además de ser perfectamente hombre, son válidas para todos los tiempos y lugares; unas palabras que son Espíritu y son Vida: "Todo el que repudia a su mujer y se casa con otra comete adulterio; y quien se casa con la repudiada de su marido, comete adulterio" (Lc 16, 18) ...¡no hay excepciones! ... y  no creo que nadie pueda dar lecciones de misericordia a Jesús.

Tenemos que elegir. ¿Con qué nos quedamos? ¿Con lo que dijo Jesucristo o con lo que dicen sus falsos pastores en algunos puntos de Amoris Laetitia"? ... una exhortación que, por cierto, no es ningún documento magisterial, como bien dijo su Eminencia, cardenal Burke:

"Una exhortación apostólica post-sinodal, por su propia naturaleza, no propone una nueva doctrina y disciplina, sino que aplica la doctrina a la situación actual. La exhortación, por tanto, debe ser recibida con “profundo respeto” por provenir del Romano Pontífice, Vicario de Cristo, pero el respeto no debe confundirse con “creer con fe divina y católica” todo el contenido del documento" 

[El padre Iraburu lo explica bastante bien en uno de sus artículos. Pinchar aquí]

Desde luego, un católico que tenga las ideas claras se quedará con las palabras de Jesucristo, quien no nos puede engañar, puesto que "Él es la verdad" (cfr Jn 14,6). Sin embargo, habrá muchos "católicos" (¡los hay de hecho!) que dirán: ¡Es que lo ha dicho el Papa! ...Actuando así están idolatrando  a un hombre que no está cumpliendo con su misión de "guardar el depósito recibido" (1 Tim 6, 20) y que es merecedor, por lo tanto, de reprensión ... pues no está procediendo con rectitud, según la verdad del Evangelio.

Hay, sin embargo, otros prelados que pretenden hacernos creer que la AL es Magisterio, por ejemplo, Schönborn, Sistach y muchos otros, lo que es falso a todas luces ... pero están haciendo mucho daño a la Iglesia.

[Puede releerse la relación de cardenales que apoyan las Dubia y los que no la apoyan pinchando aquí]

De ahí mi alegría y la de muchos católicos cuando, por fin, después de haber estado tanto tiempo en silencio desde que se publicó la AL, salieron sus Eminencias a la palestra solicitando "públicamente" una respuesta concreta del Papa, de SÍ o NO, a cinco preguntas que le dirigieron [14 de noviembre de 2016], las llamadas Dubia.

Pensé en el incidente de Antioquía, en el que el apóstol Pablo, en su carta a los gálatas, dice lo siguiente: "Cuando vino Cefas [Pedro] a Antioquía, me enfrenté a él cara a cara, porque era digno de reprensión" (Gal 2, 11) ... y se lo dijo "en presencia de todos" (Gal 2, 14) y me vinieron también a la mente estas otras palabras del Apóstol: "Aunque nosotros o un ángel del cielo os anunciara un evangelio distinto del que os hemos anunciado, ¡sea anatema!" (Gal 1, 8).

Porque eso -y no otra cosa- es lo que está ocurriendo ahora: la palabra que se nos anuncia es distinta de lo que está contenido en el Evangelio y de lo que se nos ha anunciado durante casi dos mil años por la Santa Iglesia Católica y Apostólica, que se ha mantenido fiel a las palabras de su Maestro.

Es imposible que dos verdades contrapuestas y contradictorias puedan ser verdad al mismo tiempo: Un Papa no puede contradecir el Magisterio de los Papa anteriores, porque entonces no existiría tal Magisterio. Lo que dice ahora el papa Francisco tampoco sería Magisterio, por la misma razón. Aplicando la lógica, es perfectamente posible que cualquier Papa posterior le contradiga ... y así sucesivamente. Se ha relativizado la Doctrina hasta el punto de que el Magisterio -y con él la Iglesia- está desapareciendo

Si la Iglesia "oficial" actual contradice a su Fundador y no respeta sus Palabras ni la Tradición y el Magisterio de la Iglesia de toda la vida, desde que ésta se fundó ... entonces nuestra obligación como católicos que desean permanecer fieles a "la verdadera Iglesia" sería la desobediencia a la Iglesia oficialmente constituida, en tanto en cuanto ésta dijese cosas contrarias al Magisterio de siempre. Sólo obedeceríamos en aquello en lo que la Iglesia actual no contradijera las palabras de Jesús.

Un católico debe de tener muy claro, por ejemplo, que "quien coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo  y de la sangre del Señor" (1 Cor 11, 27) y "quien come y bebe, sin discernir el cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11, 29) por más que la Amoris Laetitia (AL, 305) diga que "es posible que, en medio de una situación objetiva de pecado —que no sea subjetivamente culpable o que no lo sea de modo pleno— se pueda vivir en gracia de Dios" ... y, en consecuencia, se pueda recibir la sagrada comunión.

La Tradición de la Iglesia se remonta a unos dos mil años. La AL sólo tiene un año. La afirmación que se hace en la AL es incompatible con la Palabra de Dios. No hay continuidad, como algunos dicen, sino ruptura con la Iglesia de siempre. Estamos ante una "nueva Iglesia" en la que la Palabra de Dios no es ya lo esencial y lo definitivo, en donde lo sobrenatural no cuenta demasiado, pues se ha perdido la fe: Dios ha sido desplazado por el hombre en esta "nueva Iglesia", la cual se ha arrodillado ante el mundo y ha hecho suyos los "valores" del mundo.