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martes, 12 de septiembre de 2017

Las reformas necesarias en la Iglesia, el Ecumenismo y la santa Misa (José Martí)

Duración: 22 segundos

Francis Quotes Calvinists

On Saturday, Pope Francis said in a sermon in Medellín, Colombia, that the Church is presently "shaken" by the Holy Spirit and that the Church always needs reform. In Latin: "Ecclesia semper reformanda"The phrase was coined by Calvinists in the 17th century.

TRADUCCIÓN

Francisco cita a los calvinistas

El sábado, el Papa Francisco dijo en un sermón en Medellín, Colombia, que la Iglesia está actualmente "sacudida" por el Espíritu Santo y que la Iglesia siempre necesita reformas. En latín: "Ecclesia semper reformanda". La frase fue acuñada por los calvinistas en el siglo XVII.


COMENTARIO

Ciertamente, la Iglesia siempre necesita reformas en sus miembros"Ahora completo en mi carne lo que falta a la Pasión de Cristo en su Cuerpo, que es la Iglesia" (Col 1, 24). No somos perfectos. Pero tenemos que poner de nuestra parte para que el Señor nos conceda su Espíritu. El sentido de la vida cristiana está íntimamente relacionado con esa lucha o milicia, absolutamente necesaria. Así lo decía el santo Job: "¿No es acaso milicia la vida del hombre sobre la tierra?" (Job 7, 1). 

Claro está que se trata de una lucha por amor"Si me amáis, guardaréis mis mandamientos" (Jn 14, 15) ... pero lucha, al fin y al cabo; entonces podrá hacerse realidad en nosotros, los cristianos, la misma Vida de Jesús, es decir, su Espíritu, pues nos dice"... Yo rogaré al Padre y os dará otro Paráclito, para que esté con vosotros siempre, el Espíritu de verdad, al que el mundo no puede recibir, porque no le ve ni le conoce" (Jn 14, 16-17). Forma parte esencial de esta milicia la oración; y en particular, aunque no sólo, la oración de petición: "Pedid y recibiréis ..." (Mt 7 7) Así nos lo asegura también en otra ocasión: "Si vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a quienes se lo piden?" (Lc 11, 13)

Por otra parte, hablando de la perfección, dice san Pablo en su carta a los filipenses: "No es que ya la haya alcanzado o que ya sea perfecto, sino que la persigo, por ver si la alcanzopor cuanto yo mismo he sido alcanzado por Cristo Jesús" (Fil 3, 12). Por eso, hacia el final de su vida, pudo decir, "He combatido el buen combate, he concluido la carrera, he guardado la fe; y desde ahora me espera la corona de justicia, que el Señor, justo Juez, me entregará en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su Venida" (2 Tim 4, 7-8).

En el Credo, cuando confesamos nuestra fe, decimos"Creo en la Iglesia, que es Una, Santa, Católica y Apostólica". Y en otro lugar habla san Pablo de que Cristo se entregó a Sí mismo por la Iglesia para santificarla"para presentarlaante Sí mismo, resplandeciente, sin mancha ni arruga o cosa semejante, sino santa e inmaculada" (Ef 5, 27). 

Así pues: la Iglesia, como Cuerpo Místico de Cristo, es Santa e Inmaculada: lo es en la Cabeza, que es Cristo, y lo es en muchos de sus miembros, cuales son todos los que están ya en la Iglesia triunfante en el cielo, o bien los que aguardan en el Purgatorio, con la seguridad de alcanzar el cielo. Pero también en la Iglesia militante, que es aquella en la que nosotros nos desenvolvemos, se mantiene pura e inmaculada en algunos de sus miembros, a saber, en los santos

Éstos -los santos- hacen posible que la Iglesia se mantenga viva, pese a tantos ataques como sufre, siendo los más catastróficos aquellos que padece en su propia Jerarquía y en una inmensa mayoría de sus pastoresY sí, en este sentido, la Iglesia actual necesita ser reformada. Pero, ¿cómo? Muy sencillo: mediante la vuelta a la Iglesia que ha permanecido fiel a Jesucristo, a lo largo de casi dos mil añosesta Iglesia que sufre, incluso, el ser tachada de hipócrita por el mismo Sumo Pontífice actual, siendo así que no hay mayor hipocresía que la de inventarse uno su propia iglesia y decir que ésa es la Iglesia que fundó Jesucristo. Eso sí que es hipocresía: aprovecharse de la Iglesia, ya constituida como tal desde que Cristo la fundó, tomando de ella aquello que el mundo acepta y suprimiendo lo que incomoda al mundo. 

Ésa -la que obra para ser vista por los hombres y alabada por todos- no es la Iglesia de Jesucristo, aunque presuma de ello, pues se hacen en ella afirmaciones que contradicen muchas de las cosas que Jesucristo dijo, con una claridad meridiana: "Todo el que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio; y quien se casa con la repudiada de su marido, comete adulterio" (Lc 16, 18). Jesús, al contrario que Moisés, no admite excepciones. Y ahora, con la Amoris Laetitia, vamos hacia atrás, como los cangrejos. En el fondo de todo lo que está ocurriendo no hay otra cosa que falta de fe en Jesucristo, como verdadero Dios y verdadero hombre, como Aquél que es el mismo ayer, y hoy y lo será siempre (Heb 13, 8).

Y sí, en este sentido la Iglesia necesita ser reformada y volver a su esenciaque no se encuentra en los pobres ni en los marginados ni en las periferias, sino sólo en Jesucristo, el Único Señor del Universo

No sé por qué, pero me da a mí que bajo esa idea de "reforma" de la que se habla tanto en la curia, subyace la "comunión" con la Reforma Protestante, que tanto daño hizo a la Iglesia

Este es el auténtico problemaSi la Iglesia pretende realmente reformarse debe de mantenerse fiel a la Tradición que ha recibido durante siglos y no debe de amoldarse a este mundo

Por desgracia vemos a Lutero entronado en el Vaticano y vemos, con verdadero temor, cómo se acerca el quinto centenario de la Reforma Protestante, el cual se quiere celebrar con bombo y platillo...¿Cómo es eso posible? ¿Cómo se puede hablar de celebración conjunta de la misa entre católicos y protestantes? ¿Cómo reconciliar lo que es de por sí irreconciliable? 

Si esto ocurriese nos encontraríamos con que en el acto más sublime de la Misa, que es la consagración, Jesucristo estaría presente y no presente en la hostia consagrada al mismo tiempo, lo que viola el principio de no-contradicción y el más elemental sentido común.

- Así, para los católicos, los únicos a quienes está reservado el nombre de cristianos, propiamente dicho, Jesucristo estaría presente con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, oculto bajo las especies del pan y del vino. El pan ya no sería pan ni el vino sería vino, aun cuando aparezcan así a los sentidos. En la consagración tiene lugar lo que entendemos por transustanciación, que es una verdad de fe esencial: si no se cree en ella, se cae en herejía; esto ocurre con todos los dogmas. 

- Para los protestantes, en la consagración habría tenido lugar tan solo un cambio de significado sobre lo que representan el pan y el vino. Ellos niegan la presencial real, sacramental, de Jesucristo en la Eucaristía. Para ellos ésta se reduce a un simple recuerdo, a una presencia "espiritual", a una memoria de algo que ocurrió en un determinado momento histórico.  Sólo tiene un valor simbólico, a modo de recuerdo, que está presente en nuestro pensamiento, pero nada más.

Y esto es sólo una de las muchísimas cosas, aunque para mí la más importante, que nos separan de los protestantes. El ecumenismo (que así se entiende hoy) como unión a cualquier precio es una farsa y una comediaademás de ser una blasfemia, porque supone la renuncia a considerar a Dios, Nuestro Señor, encarnado en la Persona de su Hijo, como el único Dios: "No tendrás otro Dios fuera de Mí" (Ex 20, 3). Y aunque se refiere a Dios Padre, quedan muy claras las palabras de Jesús cuando dice: "Yo y el Padre somos Uno" (Jn 10, 30). "Felipe, el que me ve a Mí, ve al Padre" (Jn 14, 9). "El que me odia a Mí también odia a mi Padre" (Jn 15, 23). "El que no está conmigo, está contra Mí" (Jn 12, 30) "Nadie puede servir a dos señores porque, o tendrá aversión a uno y amará al otro, o bien se allegará a uno y despreciará al otro" (Mt 6, 24), etc. El número de citas sería interminable.

Eso, por una parte, que concierne, evidentemente, a los que no creen en Jesucristo (judíos, musulmanes, hindúes, etc...). Dios sólo hay Uno y este único Dios se reveló en Jesucristo para que quien crea en Él fuera salvo. ¡No, no y no ...! como diría Franciscoaunque ahora con otro sentido¡No, no y no ...! No todos los hombres se salvan ni todos son hijos de Dios, aunque todos sean sus criaturas.

Dirán los protestantes que ellos también creen en JesucristoSí, pero ¿quién es Jesucristo para ellos? ¿de qué modo creen? "La sola scriptura". Eso no es suficiente, pues para algo Jesucristo fundó su Iglesia, dando a Pedro el poder de atar y desatar ... A él y a todos sus legítimos sucesores, los papas. Ellos no acatan la autoridad del Papa ni la doctrina de la Iglesia católica, que es la única portadora de la verdad. Además, cada uno interpreta a Jesús a su manera. No hay una doctrina definida, como corresponde que la haya si Jesús es verdaderamente Dios. Él no podía dejar que su Mensaje fuese interpretado por cualquiera y de cualquier modo, pues de haberlo hecho, su Iglesia no habría subsistido. La Iglesia es el Cuerpo Místico de Cristo y quien se separa de la Iglesia se separa de Cristo y se separa de Dios. Por eso se habla de la herejía protestante y de Lutero como hereje 

Está muy en boga hablar de "hermanos separados"; y, sin embargo, lo cierto es que, como decía san Cipriano de Cartago: Nadie puede tener a Dios por Padre si no tiene a la Iglesia por Madre. De donde queda claro que no sólo todos los hombres no son hijos de Dios sino que tampoco lo son los protestantes. Y esto sin ningún mérito por parte de los cristianos, es decir, de los católicos. Es pura gracia de Dios, completamente inmerecida

De ahí la necesidad de la Evangelización (lo que Francisco llama proselitismo, aunque para él se trate de una solemne tontería) pues es preciso que todo el mundo confiese que Jesucristo es Dios y que fuera de Él y de la Iglesia que Él instituyó (la Iglesia de siempre) no hay salvación posible. Y de ahí la orden que dio Jesús a sus discípulos antes de ascender en cuerpo y alma a los cielos: "Id y enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que Yo os he mandado. Y sabed que Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28, 19-20).

Lo más grave de todo es que todas estas personas han oído hablar de Jesucristo y tienen conocimiento de su existencia histórica real. No como en el mundo antiguo, en el que tuvieron que predicar los primeros apóstoles y sus sucesores: para aquella gente la Buena Noticia era realmente nueva en todos los sentidos. Pero hoy es diferente. Y las palabras de Jesús "golpean" nuestros oídos, en tanto en cuanto tenemos una mayor responsabilidad a la hora de decidirnos por Él o contra Él. No hay términos medios: "Si no hubiera venido y les hubiera hablado, no tendrían pecado. Pero ahora no tienen excusa de su pecado" (Jn 15, 23)

ConcluyendoLa Iglesia ha crecido, como cuerpo vivo que es, pero este crecimiento sólo será verdadero (auténtico) si mantiene su propia identidad, en fidelidad total a Jesucristo, a la Tradición y al Magisterio Perenne de la Iglesia de dos mil años

Si eso no se da, tal unión entre católicos y protestantes, bajo la capa de ecumenismo, no tendría otra finalidad, por más que se quiera encubrir que la destrucción de la Iglesia, tal y como siempre se ha conocido, de origen divino (Religión revelada por Dios en Jesucristo) y su sustitución por otra "Iglesia" de origen humano (Religión inventada por los hombres, o sea, una pseudo religión).

El sentido del diálogo es el conocimiento de la verdad. Si no existe ese deseo de conocer la verdad el diálogo, rectamente entendido, es imposible. Por lo tanto, si tal "reunión ecuménica" se da, se trata de una farándula y una patraña, en todos los sentidos, pues ni los protestantes están por la labor de convertirse ni los "católicos" por la labor de convertirlos. Parece como si la palabra conversión fuera un atentado a la libertad. Y entonces se va transformando en una palabra tabú. Todo ello por no querer conocer la verdad; una verdad que, como sabemos, ya la posee la Iglesia católica. 

Es imposible que exista una conciliación entre católicos y protestantes. Sólo puede haberla si estos últimos aceptan la doctrina católica, tal como siempre ha sido enseñada. Y abandonan su estado herético, el cual, lo primero de todo, ha de ser reconocido como tal. Si eso no tiene lugar ... y desde luego no va a ocurrir ... entonces una misa conjunta sería una auténtica aberraciónSi tal "misa" llegase a producirse, las consecuencias serían gravísimas para la Iglesia. Y sin lugar a dudas, daría lugar a una escisión total dentro de la misma Iglesia (aunque tal cisma existe ya, de hecho). 

Esta idea de una misa conjunta no es mía. Podemos verlo aquí:

Francisco fabrica la liturgia ecuménica de la misa protestante 


Duración: 28 segundos

Y también aquí:

Nueva misa ecuménica de Francisco que se llamará "Sagrada Memoria" 


Duración 1: 16 minutos

Por si no queda suficientemente claro y se piensa que se trata de un mero proyecto podemos ver el siguiente video, en el que Francisco planea claramente la demolición de la liturgia, nombrando a tal efecto al cardenal Arthur Roche como arzobispo Secretario de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos para la traducción de los textos litúrgicos, ignorando completamente al cardenal Sarah. Y, de hecho, ya ha salido, en forma de motu proprio, la carta apostólica Magnum Principium de 3 de septiembre de 2017, que entra en vigor el próximo 1 de octubre, en donde se cambia el canon 838 del código de derecho canónico relativo a las traducciones de los textos litúrgicos, teniendo en cuenta, sobre todo, los textos de mayor importancia, particularmente las fórmulas sacramentales, las plegarias eucarísticas, las plegarias de ordenación, el rito de la misa, etc. 


Ecclesia semper reformanda o demolición de la liturgia 

Duración: 36 segundos



No sabemos ni cómo ni cuándo lo hará pero es seguro, absolutamente hablando, que Dios intervendrádado que no lo han hecho sus Pastores ... y dado que su Palabra no puede dejar de cumplirse"El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" (Mt 24, 35)

José Martí