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lunes, 12 de septiembre de 2016

Anoche tuve un sueño (4)



El 18 de marzo del año en curso tuve un sueño, que reproduje en tres entradas de este blog  (18, 19 y 30 de marzo) para que no se me olvidara su contenido. Desperté un tanto confuso. Y ya no he vuelto a soñar de nuevo. De esto hace ya casi seis meses. Sin embargo, la anterior noche volví a soñar. Fue -digamos- como una continuación de mi anterior sueño. Hago de ello partícipes a los lectores de este blog, advirtiendo -y recordando- que sólo es un sueño con relación al futuro próximo de la humanidad ...Por lo tanto, no se le puede dar credibilidad alguna siendo, como es, un producto de la imaginación.

No obstante, en honor a la verdad, debo decir que, aun sumido en el sueño, yo encontraba que lo que estaba ocurriendo en ese entonces de hipotético futuro estaba muy en conformidad y en coherencia lógica con los acontecimientos que hoy en día, en la realidad, estamos viviendo ... y que, en cierto modo, son como el inicio o la inauguración de ese "futuro" que aparece en mi sueño (o, al menos, de algo parecido).

Siendo consciente, por otra parte, de que habrá muchos de los que siguen este blog que no habrán leído dichas entradas (y tal vez algún nuevo lector que se haya incorporado posteriormente) voy a intentar resumir mi anterior sueño antes de continuar. De no hacerlo así, el posible lector podría perderse y no entender nada del nuevo sueño que deseo contar.

Comencé a soñar ... y soñé -hace unos seis meses, como digo- que corría el año 2029 de nuestra era y que me encontraba en una pequeña isla desconocida, poblada por muy pocas personas, entre ellas yo mismo y parte de mi familia (esposa, hijos y nietos). Allí vi también a viejos amigos, algunos de los cuales eran sacerdotes; y así habían varias familias más. en situación análoga a la nuestra.

La isla estaba incomunicada con el resto del mundo: nos habían dejado allí, como prisioneros, y desconocíamos el nombre de esa isla. Por eso la llamábamos, simplemente, la Isla. A cualquiera le podría parecer que todos los que allí habitábamos deberíamos de tener cara de "pepinillos avinagrados" y amargados. Pero nada más lejos de la realidad. En la Isla se vivía la vida con una intensidad y una profundidad tales que yo jamás había conocido hasta entonces; al menos, no en ese grado. Y una gran paz inundaba el ambiente en el que nos movíamos, fruto de una íntima amistad entre todos cuantos habitábamos esa isla. Todo lo teníamos en común y todos nos considerábamos hermanos ... y más que hermanos. Éramos como una gran familia: la Familia.

Si alguno se pregunta acerca del porqué, tanto de nuestro aislamiento como de nuestra felicidad (por extraño que pueda parecer hablar de felicidad en esas circunstancias), éstas eran debidas a nuestra condición de cristianos que no habían renegado de su fe, que creían en  Jesucristo, como verdadero Dios y verdadero hombre y que se mantenían fieles a la Tradición y al Magisterio Perenne de la Iglesia, de esa Iglesia que Cristo fundó ... que es Una, Santa, Católica y Apostólica ... la Iglesia de siempre, aquella  de la que Jesús dijo que "las puertas del infierno no prevalecerían sobre ella" (Mt 16, 18). Tal vez nuestra presencia allí era una señal clara y manifiesta de que esas palabras de Jesús se estaban cumpliendo. Nuestra esperanza se fundamentaba en el Evangelio: "Seréis odiados por todos a causa de mi Nombre; pero quien persevere hasta el fin, ése se salvará" (Mt 18, 22). Estas palabras, que guardábamos en nuestro corazón, nos daban mucho ánimo y nos disponían para lo que fuese, incluso el martirio, si fuese necesario.

¿Por qué no nos habían aniquilado a todos? Había varias razones, aunque una de las más decisorias, en este sentido, era que pensaban que muchos de los habitantes de la Isla claudicarían y renegarían de su fe, al no poder soportar ese aislamiento durante mucho tiempo. Entonces serían "liberados", pasando así a formar parte del Nuevo Orden Mundial (NOM) que se estaba implantando por doquier, de manera acelerada, en todos los rincones de la tierra. De he cho así ocurrió con bastantes de los habitantes de la Isla, que cedieron y fueron "puestos en libertad" vigilada. Quedábamos ya muy pocos en la Isla ... ¡Y se nos había dado un tiempo para "pensar" si deseábamos seguir viviendo ... o morir!

Había amigos que nos querían bien (pues aunque formaban parte del NOM lo eran por cobardía) y nos habían informado sobre la existencia de tales "islotes" como el nuestro, que estaban extendidos por todos los lugares de la faz de la Tierra. Algunos de ellos -una gran mayoría, según nos dijeron- estaban controlados por el NOM, como era nuestro caso. Y serían, por lo tanto, exterminados, si no renegaban de su fe en Jesucristo. Teníamos constancia de que así había sucedido ya en alguna de esas "bases cristianas", por llamarlas de alguna manera ... pues a ellos se les había agotado ya el tiempo de que disponían para tomar una decisión. Esos "amigos" nuestros, pensando a lo humano, nos lo hicieron saber para salvar nuestra vidas: sólo teníamos que apostatar de nuestra fe: ¡no era tan complicado!

Sin embargo, había todavía una serie de lugares (a los que ellos llamaban "islotes",  aunque no fuesen necesariamente islas, como en nuestro caso) cuyo paradero les era desconocido. ¡Y ésa era su misión más importante: localizar esos focos de resistencia, como también les llamaban, y destruirlos! No debía de existir ningún lugar en la tierra en el que Jesucristo fuese reconocido como Rey. Era preciso exterminar a todos los cristianos ... y eliminar, incluso, cualquier recuerdo de su existencia. Esa era su labor prioritaria ... y, en cierto modo, única. No se podía permitir, de ninguna de las maneras, la existencia de esos brotes cristianos ... pues, de hacerlo, podrían resurgir, fuertes, en el futuro. Eso era algo a lo que el NOM no estaba dispuesto. Cristo -y todo aquello que lo recordara- tenía que pasar al olvido más absoluto: ser eliminado.

Sin embargo, como pudimos enterarnos más adelante -y esto era todavía ignorado por el NOM- en uno de esos islotes desconocidos se encontraba el verdadero Papa. Un cardenal lo acompañaba. Eran muy pocos los que conocían el paradero del Papa quien, por razones obvias, iba de incógnito. Sin embargo, la gran mayoría de los fieles -los que aún quedaban- sabía de su existencia: eso les daba ánimos para resistir firmes en la fe hasta la muerte si fuera preciso.

En este momento concreto del "sueño" ya se sabía -por chivatazos de algunos de los que renegaron de su fe- que los cristianos tenían un Papa; y que éste se encontraba oculto. No se sabía nada, sin embargo, de su posible localización. De manera que pusieron todos los medios - habidos y por haber- en dar con él. Su muerte haría mucho más fácil la capitulación de la mayoría de ese resto de cristianos que aún se resistía al NOM, lo cual ocasionaría menos muertes.

De ahí el control total al que se sometió a todos los medios de comunicación; y de manera especial a los relacionados con Internet, pues éstos ayudarían mucho tanto en la localización de los islotes desconocidos como, sobre todo, en el conocimiento del "escondite" del Papa. Se impuso un control absoluto de todos y cada uno de los posibles medios de comunicación, desde el simple correo o los teléfonos (que fueron todos pinchados, incluidos los móviles) hasta las redes sociales de todo tipo, desde las más conocidas (facebook, twiter, etc.) hasta las más avanzadas. Contrataron a los mejores hackers especializados en descifrar contraseñas. Y pusieron precio a la cabeza del Papa: una gran cantidad de dinero se daría a quien adivinara su paradero. Se vigiló, de una manera especial -sin que ellos lo supieran-  a los "conversos" al NOM; pues podría ser que siguiesen manteniendo algún tipo de contacto con sus antiguos compañeros de los islotes. E incluso cabía la posibilidad de que hubiese, entre ellos, algún Judas que, por dinero, estuviese dispuesto a delatar incluso a su propia madre ... o bien, algún incauto, pardillo o papanatas que pudiera conducirles hasta su objetivo, sin ser consciente de ello.

La cuestión a dilucidar es : ¿Dónde estaba el Papa?

Continúa