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domingo, 14 de enero de 2018

Corren tiempos convulsos (José Martí)



Hay que llevar cuidado con la lectura -o la escucha- de ciertos autores, aun cuando sean sacerdotes, porque filtran ideas que no son ortodoxas ni reflejan la realidad de la Tradición de la Iglesia, aunque de un modo tan sibilino que sean muy pocos los que se dan cuenta del engaño y la mentira (No se juzga aquí a las personas concretas sino a lo que dicen o hacen, según aquello que dijo Jesús y que es la regla perfecta para el perfecto discernimiento, palabra ésta que está hoy muy de moda).

Se trata de autores con un tinte más o menos acusado de modernismo, cuya lectura no es aconsejable, a menos que se tengan las ideas muy claras ... y si se dedica algún tiempo a escucharlos es, sobre todo, con vistas a desmontar sus mentiras, de modo que los cristianos no se dejen conducir por ellos, dado que el camino que proponen conduce a la perdición. Básicamente, estos sujetos lo reducen todo a lo puramente humano, haciendo tabla rasa (por lo general) de lo sobrenatural, bien directamente, como algunos que niegan la Presencia real de Cristo en la Eucaristía y su resurrección, también real, en cuerpo y alma, etc... o bien, silenciando una serie de verdades, que están ahí, y que no dejan de ser verdad porque no se las cite: la existencia del infierno y del pecado, de la necesidad de la confesión con arrepentimiento verdadero y propósito de enmienda, etc... Actuar así es escamotear la Doctrina recibida.

La Iglesia "nueva" no puede contradecir la Iglesia de siempre. La Iglesia, como organismo vivo que es, progresa, avanza y se desarrolla, pero nunca lo hace contradiciéndose a sí misma, sino que mantiene siempre su propia identidad, a través de los siglos. De lo contrario [que es lo que hoy está ocurriendo] todo se relativiza.

Se considera así, por ejemplo, que no hay verdades absolutas, que lo importante no es lo que se haga siempre que quien lo haga proceda según "su" conciencia [desapareciendo así la idea del bien y del mal]; se predica, falsamente, en muchos lugares, que todos los hombres se van a salvar, porque Dios es misericordioso y no puede consentir que nadie vaya al infierno (un infierno en el que no se cree, o si se cree, se piensa que está vacío) olvidándose de que Dios es igualmente justo y de que "cada cual recibirá su recompensa conforme a sus obras" (1 Cor 3, 8), etc...

El modernismo es el mal de la Iglesia de hoy, ya condenado por el Papa San Pío X, en su encíclica Pascendi, hace más de 100 años, al que definió como "suma de todas las herejías". En definitiva, no es sino la sustitución de la Religión revelada de Dios, en Jesucristo, como verdadero Dios y verdadero hombre, por otra "religión" inventada por el hombre, la cual varía continuamente, adaptándose a los tiempos. En palabras llanas, es la apostasía general lo que se está hoy viviendo en el seno de la misma Iglesia.

La Iglesia no es ya hoy la luz del mundo, como debe ser, según el mandato de Jesús, sino que está siendo traicionada por los suyos que, a modo de caballo de Troya, están infiltrados en el Vaticano y ocupan los más altos cargos jerárquicos dentro de ella. Pretenden -y lo están consiguiendo- transformar la Religión católica en otra "religión" diferente, de modo que sea así aceptada por todo el mundo.

Se trata de una religión cómoda y fácil, en la cual se le dice a la gente lo que ésta quiere oír, pero no, en cambio, la Palabra de Dios, hasta el punto de cambiar los pasajes evangélicos y hacerle decir a Jesús lo que nunca dijo o callar muchas de las cosas que dijo y que eran fundamentales para nuestra salvación. Y así, lo que no se entiende bien, por ejemplo, se lo considera como un resquicio del pasado, como una leyenda o un mito que debe ser abandonado, porque hoy hemos progresado y sabemos más que entonces, que eran muy incultos.

Esto sucede, como digo, con todo lo sobrenatural, que es diluido, hasta llegar a negarlo, como ocurre en el caso de los milagros o en el caso de los Dogmas. En definitiva, y para no llevarnos a engaño, de lo que se trata es de elegir el camino fácil, olvidando que la senda que conduce a la vida es estrecha y que son muy pocos los que van por ella, según palabras del mismo Jesucristo, cuya existencia histórica, incluso, llega a ponerse en duda.

En fin, los tiempos que corren son harto difíciles y convulsos para todos aquellos que quieran conservarse en la integridad de la fe recibida de una vez para siempre. Y, sin embargo, la doctrina es clara: "Te ordeno, en presencia de Dios, que da vida a todas las cosas, y de Cristo Jesús, que ante Poncio Pilato dio testimonio confesando la verdad, que conserves el mandamiento, sin tacha ni reproche, hasta la manifestación de nuestro Señor Jesucristo" (1 Tim 6, 13-14). Y en otro lugar: "Timoteo, guarda el depósito. Evita las novedades profanas y las contradicciones de la falsa ciencia, pues algunos que la profesaban perdieron la fe" (1 Tim 6, 20-21).

De manera, que "ya es hora de que despertemos del sueño" (Rom 13, 11), como decía el apóstol san Pablo a los romanos y que "nos vistamos con las armas de la luz" (Rom 13, 12), pues "no es nuestra lucha contra la carne o la sangre, sino contra los Principados y Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus malignos que están por los aires" (Ef 6, 12).

José Martí